Hna. M. Clelia Arlati
Vitalina Arlati nace el 10 de julio de 1923 en Osnago, un pueblo de Brianza en la provincia de Lecco, donde se vive la vida de los campos, la de los patios, de los artesanos y de las tradiciones y festivales. La fe granítica es la nota dominante de los habitantes. Vitalina con su hermana Augusta respira el clima de la acogida que caracteriza a su familia, bien conocida por todos como la familia del “colchonero”. El padre los trabaja artesanalmente y la madre Clelia, en colaboración con su marido, pasa con la aguja los acabados de los colchones. Vitalina recibe el Sacramento del Bautismo el 15 de julio por p. Emilio Figini, entonces párroco, sacerdote amado y valorado por todos por su generosidad y su altruismo profundo. A él compete el cuidado de la juventud femenina. Deja a la parroquia tres asociaciones:
La primera se llamaba “San Vicente” y estaba comprometida a acoger las situaciones de pobreza dentro de la comunidad para proporcionar ayuda y asistencia.
La segunda era la Acción Católica, con la tarea de guiar sobre todo a la juventud en la práctica coherente de los ideales cristianos en beneficio de todos.
La tercera, es decir, la Cofradía del Santísimo Sacramento, perseguía el incremento de la devoción eucarística. Vitalina crece y respira este clima de belleza, recibe el sacramento de la Confirmación del Cardenal Schuster el 8 de noviembre de 1934 y en esta pequeña realidad brianzola, sigue siendo educada en la fe por el futuro párroco p. Francesco Gariboldi, presbítero de profunda humildad, de incomparable sabiduría y sobre todo de paciencia, siempre dispuesto a la escucha y abierto al diálogo, consciente de la realidad social que lo rodeaba.
Vitalina emprende un camino personal de formación humana y cristiana. Es reflexiva, reservada, responsable, perspicaz, dispuesta al sacrificio, ferviente en la fe, muy comprometida en varios servicios y rica en calidad. Algunas veces al año se celebraban los teatros en el Oratorio femenino, organizados en tiempos de guerra por la tarde, antes de que cayera el sol. La sala se llenaba. ¡Había gente de todas las edades! Y Vitalina era la presentadora.
Osnago vivía antes solo de la agricultura, pero a principios del siglo XX llegaron al pueblo, con la intención de crear un nuevo y prometedor taller de tejido, los Galimberti, que realizaron un complejo industrial que resultó de fundamental valor social. Las mujeres que consiguieron entrar en la nueva empresa se beneficiaron inmediatamente. Vitalina entró como empleada y fue muy apreciada por el propietario de la empresa.
Vitalina tuvo la suerte de ser guiada espiritualmente por P. Giuseppe Sironi, un sacerdote que con ojos vigilantes identificaba inmediatamente la llamada de Dios en sus jóvenes y con su guía sabio muchos de ellos se convirtieron en sacerdotes, Hermanas y han formado familias ricas en fe y en principios cristianos. Así Vitalina, en la escuela de estos testigos y en este contexto parroquial, crece humilde y capaz de fe; se muestra mujer secreta y reservada, capaz de escucha y de silencio; sabe prever las situaciones, entusiasmar a las jóvenes confiadas a ella y abrirlas al futuro; sólida y fuerte; dulce y grande.
Vitalina conoce a las Pías Discípulas por primera vez en 1942, mientras pasan por el pueblo para difundir la buena prensa y allí se impresiona por el nombre del Instituto. Invitada al año siguiente para los ejercicios espirituales conoció mejor a la congregación y sintió claramente que aquellas eran las Hermanas que desde hacía tiempo buscaba. Su nombre la había fascinado enseguida y le hacía gustar una íntima alegría: – “¡Pías Discípulas del Divino Maestro! suena a un poco de misterio, aunque no sabía definir lo que sentía, ¡me sentía feliz!” – testimonia.
A su regreso, la madre percibió la decisión que la hija había tomado durante los ejercicios espirituales: le ofreció un suéter nuevo, pero ella respondió que no lo necesitaría. La madre comprendió y pasó la noche sin dormir; encontró fuerza en la participación en la Eucaristía a la que iba diariamente.
Pasaron aún más de dos años y, terminada la guerra, con el consentimiento de sus padres preparó su entrada en el Instituto. Cuando partió, encontró en la estación a todas las compañeras de Acción Católica de las que formaba parte. Acompañada por sus padres y su hermana Augusta, llegó a Alba el 10 de febrero de 1946 después de un viaje turbulento, que debía durar algunas pocas horas, ¡y en cambio duró casi quince! De hecho, fue en el primer período de la posguerra. Cuando partió de casa el cielo era precioso, de un azul tan intenso y luminoso que hacía bien al alma. Las montañas muy blancas, llenas de nieve, dibujaban sobre el azul sus cimas desiguales. El recuerdo de este cielo azul la acompañará y le dará alegría también más adelante. El pensamiento en sus montañas era una invitación a renovar el impulso inicial de su camino.
La casa que la acogió sufrió la reciente guerra: ¡muchas ventanas en lugar de vidrio tenían papel y cartón, y la abundante nieve caída cubría las calles! De su testimonio deducimos: «Entré en febrero de 1946 un período bastante crucial para las Pías Discípulas; sin embargo, esto no turbaba el clima sereno y la atmósfera que se respiraba de oración y laboriosidad, por la que me encontré contenta y a gusto. Cuando, el 3 de abril de 1947, fue la erección canónica de nuestro Instituto y, para mí y para mis compañeras, la entrada en noviciado la tarde del mismo día, sentí la seguridad y la alegría de una vocación que llenaría mi vida. También era novicia en Alba cuando viví el momento de la Aprobación Pontificia el 12 de enero de 1948 y, doce días después, al 24 la muerte del maestro Timoteo Giaccardo. Dos circunstancias tan distintas, pero tan cercanas por la acción misteriosa de Dios. Circunstancias que daban nueva luz a la vocación abrazada de la que he gozado la certeza de la elección y de la que nunca agradeceré bastante al Señor». El 4 de abril de 1948, Domingo en Albis, emite la Profesión religiosa y recibe el nombre de Hna. M. Clelia y el 4 de abril de 1953, Sábado Santo, Su Exc. Mons. Carlo Stoppa, obispo de Alba, preside el Rito de la Profesión perpetua.
Durante unos años, Hna. M. Clelia está dedicada al estudio, por lo que en 1954 se le pidió que cuidara de las postulantes y en 1956 es maestra de novicias, ¡que siempre le serán muy queridas! Sr. El M. Clelia era hábil en la estenografía, ya que la ejercía en el ámbito laboral de secretaría, pero inmediatamente a su entrada en la Congregación compromete este don en la misión. Ya desde 1946 imprimió con el lenguaje de los signos, en un sistema estenográfico alemán, las meditaciones de Madre M. Lucia Ricci, del Fundador, de los primeros sacerdotes paulinos y cuantos ponían su voz al servicio de la evangelización, fueron grabados por su pluma y lápiz con gran profesionalidad. A este propósito nuestra familia religiosa goza de un archivo vasto y rico de sus taquigrafía y es un “milagro” el pensar que una grafía utilizada en el ámbito industrial y comercial, puede haber impreso un contenido espiritual de alto espesor en lo que respecta a las meditaciones, las lectio, las fundaciones de las casas, etc. Una hermana, originaria del mismo país, que conoce el mismo sistema estenográfico, se está dedicando a la transcripción de este precioso patrimonio carismático.
En el Capítulo General de 1957 Hna. M. Clelia es elegida secretaria general y será una valiosa ayuda y apoyo al ministerio de gobierno de Madre M. Lucia Ricci, superiora general, y a toda la Congregación. El cuidado escrupuloso en conservar los documentos relativos a la vida de la Congregación se ha revelado fundamental para reconstruir hoy su historia. Desempeñó el servicio de secretaria general en una donación sin medida, ofreciendo con sacrificio y perseverancia su aportación también para la correspondencia personal, verdaderamente extraordinaria, por parte de la Madre M. Lucía. En el III Capítulo general de 1981 es elegida consejera general. Sus pasaportes hacen memoria de sus viajes a España, Portugal, Polonia, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Australia, India teniendo así contacto con muchas hermanas y realidades del Instituto. Terminado este ministerio acompaña a Madre M. Lucia en valiosos servicios al Instituto como: redacción de las Constituciones edición 1984, primera fase de la Causa de Madre M. Escolástica Rivata. Además, dio su colaboración al Postulador general de la Familia Paulina, P. Stefano Lamera ssp, especialmente por las causas del Beato P. Timoteo Giaccardo y del Beato P. Santiago Alberione.
La relación personal con Madre M. Lucia Ricci no fue solo de colaboración apostólica sino más bien una relación de hija espiritual que reconocía a la Madre el ministerio de guía y formadora. Lo demuestra el hecho de que después de cada curso de ejercicios espirituales presentaba su informe espiritual regular y recibía sugerencias para progresar en el camino de la santificación. Tenía una particular sensibilidad por la adoración eucarística como afirmaba en sus notas personales: “Sentía un atractivo particular por la adoración eucarística… El beato P. Timoteo, para hacernos comprender la necesidad y el valor de nuestra Adoración usaba esta expresión: Están puestas a rezar para obtener (gracias)”. Vivía la adoración con la conciencia de una fuerte dimensión apostólica que la hacía sensible a las diversas exigencias de los sacerdotes, de los gobernantes, de los maestros y de los agentes de la comunicación social comprometidos en la difusión del Evangelio. Pasó los últimos años de su vida en Camaldoli, en Sanfrè luego en Cinisello Balsamo donde, atendida con amor por las hermanas, concluyó su peregrinación terrena el 28 de noviembre de 2011, mientras la liturgia del inicio de Adviento invocaba la venida del Señor Jesús. Hna. M. Clelia a través de la escritura en todas sus formas: a mano, en mecanografía y en taquigrafía nos ha entregado una valiosa herencia del carisma del Instituto y de nuestra historia.
“La visión serena de mis montañas… Vuelve también como un motivo siempre nuevo de gratitud al Señor, que de mi vida sencilla y común hizo una vida consagrada, sencilla aún, pero grande por la vocación a Pía Discípula del Divino Maestro”.
Hna. M. Clelia, que vives en Dios, ¡recuerda la Congregación que celebra el Centenario! Tú que has vivido algunas etapas significativas de nuestra historia, que has escuchado las indicaciones del Fundador y que has trabajado por las causas de beatificación de Madre Escolástica y de nuestros beatos, ahora ayuda a todas y a todos en el camino de santificación y apostolado. ¡Gracias por su vida y donación!