Sor M. Blanca Sepulveda
Nació en San Mateo, Boyacà, il 19 diciembre 1938. Entra a la Congregación el 11 de noviembre de 1955, a pocos meses de nuestra fundación en Colombia. Inicia el Noviciado en Bogotá, el 30 de mayo de 1958 y emite la primera profesión el 31 de mayo de 1959, y los votos perpetuos, siempre en Bogotá, el 31 de mayo de 1964.
Sor Ma. Blanca es no solo la primera hermana Pía Discípula de Colombia, sino que es para muchas la ”madre”, la guía espiritual, la persona de referencia por el sabio consejo. Durante toda la vida ha tenido deberes de responsabilidad. Después de la profesión perpetua en el 1965 y, durante dos años estudió Ciencias religiosas en Regina Mundi (Roma) donde obtuvo un Diploma luego, por un trienio, Maestra de Junioras en Venezuela.
maestra de las Novicias; al mismo tiempo es consejera y secretaria regional. Superiora regional por dos mandatos consecutivos. . Pasa un período de tiempo en la comunidad de Quito (Ecuador), ocupándose de varias misiones
Sor María Blanca desde muy joven acogió con corazón generoso y grande la llamada de Dios. Siempre disponible como Isaías: “Heme aquí envíame a mi”.
Dios le fue revelando su plan para nuestra Provincia y ella a medida que iba conociendo este plan de Dios, se entregó con creatividad y constancia en un servicio que le consumió su existencia. Le acompañó un constante amor a Dios y a las personas, y esto fue un motor que la hizo capaz de donar su vida.
Mediante su servicio se hizo bendición para cada hermana, nos indicó el camino, siempre en comunión con la Iglesia.
Bendecida en abundancia se hizo bendición, vivió abierta al amor de Dios y solidaria y comprometida con los hermanos.
Siempre constante e insistente en la oración, promoviendo las hermanas, el apostolado, con una amplitud de miras que la llevaron a impulsar fuertemente el desarrollo de la provincia. Poseyó una energía cuyo secreto era su oración asidua, una vitalidad propia de quien hunde sus raíces en Dios.
Deja algo tras ella…. Un legado de servicio, de entrega, de donación infatigable. De ayuda incondicional a las hermanas, de desarrollo apostólico, de fe inquebrantable……
Su fe inquebrantable la apoyaba en la promesa de Dios: “Persevera fiel y recibirás el céntuplo y la vida eterna” Por eso fue siempre de corazón joven.
Quien constantemente espera lo mejor, lo envejecerán las decepciones que la vida le deparará. Y quien espera siempre lo peor se envejecerá pronto, solo quien cree y espera en Dios como lo hizo Sor María Blanca conservará una eterna juventud.
Dirigir una comunidad sabemos que es exigente y agotador, pero ella se sobrepuso a esto con el amor y la generosidad que prestaba su servicio. Podemos decir que nos engendró en el dolor y dirigir nuestra provincia fue para ella una experiencia pascual de muerte y de vida.
El esfuerzo y la lucha por enfrentar su responsabilidad le maduraron su personalidad, de animadora de comunidad y este mismo esfuerzo por liderar y orientar nuestra provincia le permitieron ahondar y fortalecer una unión permanente con Dios.
Damos gracias a Dios porque hemos contado con una guía, fuerte, clara y valiente, que nos impulsó siempre hacia delante, nos sostuvo en el camino de la fe y la libertad.
Sintió y sufrió con cada una de nosotras, pero también luchó y gozo con cada una de nosotras.
Sin duda que en este fatigoso servicio, sintió el peso de la responsabilidad y el cansancio del servicio, pero venció siempre en ella el amor y el deseo de que progresáramos como provincia.
Su fuerte fue la oración, no una oración aislada, sino una oración comprometida con las luchas de la comunidad, de la Iglesia y de los hermanos. Oración que la llevó en su responsabilidad a ser rostro de Dios para cada una de nosotras.
En el último periodo de su vida, batalló con una larga enfermedad, no obstante esto no fue impedimento para su desempeño apostólico y preocupación por las hermanas, es así que fue Maestra de Junioras hasta el último momento, dándonos ejemplo de entrega incluso en las horas de dolor.
Un cáncer de colon que hizo metátasis en el hígado cambió el curso de su vida, exigiéndole cuidados y controles. Acogió su enfermedad con dignidad hasta los últimos días. Las hermanas y los miembros de la Familia Paulina en Bogotá han estado cariñosamente cercanos, con la oración, con la asistencia y con los cuidados.
En su correspondencia, casi en cada carta, es constante el recuerdo de la Pastoral Vocacional:”estamos trabajando mucho por las vocaciones y confiamos en la ayuda del Señor. Estamos visitando jóvenes que han estado en comunicación con nosotras, aquellas que han hecho un camino y esperamos que algunas se definan para el próximo año” ( a Madre Ma. Lucía Ricci, 1991). ”Estamos intensificando la Pastoral Vocacional, por medio de la Pastoral juvenil. Es un poco más lento el proceso pero confiamos, con la ayuda de Dios, obtener los frutos; quiera el Señor que no sea después de mucho tiempo”. ”Ojalá no tan a largo plazo”. (a Sor Ma. Paola Mancini 6.6.1997)..
No será olvidado quien fue grande en este mundo, y cada uno de nosotros ha sido grande a su manera, pero Sor María Blanca, ha sido grande por su servicio infatigable, y su amor a Dios y a la Congregación.
Su grandeza radica en su esperanza y optimismo que la llevaron a esperar contra toda esperanza siempre en Dios, esperando con fe que lo imposible se hiciera posible, y trabajando arduamente para que así fuera.
Batalló y venció con la fuerza de Dios.
En Palabras del apóstol Pablo ella nos diría: “Manténganse firmes, permanezcan arraigadas en Cristo, guarden fielmente las tradiciones que les enseñamos, que las anime el propio Cristo, el les dará el consuelo interior y las hará progresar en todo”
Unida a la misión de María Sor María Blanca: Pronunció constamente su: “He aquí la esclava del Señor hágase en mi según tu Palabra” como María dejó que Dios hiciera su obra a través de ella.
Sor M. Blanca ha dejado en cada una de nosotras una huella imborrable, su testimonio de vida se caracterizó por su interés incondicional por las personas y el apostolado, su cercanía y su sentido maternal se extendía a sus hermanos, siendo ella la única mujer en su familia, así como a nuestras familias, a los proveedores, a los bienhechores, a los cooperadores de Jesús Maestro y en fin a toda aquella persona que tuviese la oportunidad de conocer, ella siempre atenta y delicada intuía las necesidades del otro y venía siempre a su encuentro. Muchas de nosotras fuimos motivadas por la alegría de su entrega y su gran sentido de pertenencia, supo sostener a cada joven y a cada hermana en su vocación desde el inicio y a lo largo de todo el proceso ejerciendo la caridad en la verdad. A ella le debemos un sentido GRACIAS por el impulso que le dio, no solo a nuestra vocación, sino también a todas las expresiones apostólicas que se han venido desarrollando en nuestra Provincia.
En los últimos años el Señor la fue despojando de todo y ella se mantuvo fiel, fuerte durante todo el tiempo de su enfermedad estando presente a todo lo que sucedía a su alrededor, hasta el último instante de su vida dándonos un gran ejemplo de fortaleza, entereza, fe y confianza en el Señor.
Sor Blanca regresó a la Casa Del Padre el 13 de mayo de 2011, en el aniversario de la primera aparición de Nuestra Señora en Fátima, en la comunidad de Bogotá DM (Colombia).