Hna. M. Alessandra Kim
“Si derramas lágrimas por las dificultades o la gracia durante tu camino religioso, esas lágrimas están regando las raíces. La misión de las Pías Discípulas, que desempeñan el papel de raíz en la Iglesia, tomará vida como si regara las raíces de un árbol para la salvación de la Iglesia y del mundo entero”.
La Hna. Ave nos cuenta su experiencia junto al primer entrenador coreano…:
Sr. M. Alessandra que me acompañó mientras era aspirante, tenía una inteligencia brillante, recuerdo que cuando hacíamos las entrevistas personales me respondía abiertamente, ayudándome a discernir y a reconocer mis límites y conflictos. Durante las clases, su enseñanza era siempre clara y sus sugerencias me indicaban el camino a seguir. Gracias a ella, he descubierto mi vocación y he podido avanzar en mi camino de discipulado.
Su manera de ser exigente me fue muy útil. Siendo la primera maestra de noviciado coreana trató de adaptar la formación recibida de las misioneras italianas a la cultura coreana y a las costumbres coreanas, por lo tanto, no tenía otra opción que ser severa y responsable. Fuerte y exigente, de corazón amable y maternal… Recuerdo que cuando una de las hermanas enfermó, ella preparaba medicinas sin que nadie lo supiera y le dedicaba tiempo y energía para curarla.
Como maestra de noviciado ha trabajado intensamente para enseñarnos integralmente el espíritu del fundador, nos ha enseñado a rezar la coronilla a Jesús Maestro durante la Adoración Eucarística y, desde el primer período de formación nos ha transmitido su fervor. Además, durante el noviciado, nos hizo experimentar todos los apostolados, y si las hermanas estaban muy ocupadas con las muchas tareas, nos enviaba en su ayuda.
En mi segundo año de noviciado, me dijeron que dejara la Congregación, la maestra me dijo que fuera a ver a la Madre Ancilla. La Madre tomando mi mano me sugirió rezar a la Virgen. He rezado todas las noches con lágrimas en los ojos en la sala Betania, he rezado confiando exclusivamente al amor del Señor, y una noche he escuchado la voz del Señor durante la Adoración nocturna: “Te amo. Siempre estaré contigo dondequiera que estés”.
Sentí inmediatamente la paz del corazón. Así hice la primera profesión y vivo mi vida religiosa con alegría. ¡He experimentado el amor materno de las hermanas en mi formación y doy siempre gracias y alabanza al Señor por todos sus beneficios!
La Madre Ancilla siempre trató de crear un ambiente agradable en la comunidad, estaba llena de amor por los jóvenes y de pasión por la vocación y el apostolado. Se llevaba bien tanto con las hermanas mayores y con las jóvenes, y tenía una excelente empatía y capacidad comunicativa.
Cuando era necesario expresaba valientemente su opinión y guiaba a la comunidad con fe y amor, vivió una vida religiosa gozosa y dio su ejemplo en el espíritu del “secreto de éxito”.
La llamaba “la hermana del gran deseo” porque tenía deseos santos y buenos; en particular, estaba llena de deseo por las nuevas vocaciones. En el futuro, cuando nos encontremos en el cielo, pienso que estará muy contenta de ver tantos frutos de las vocaciones, de aquellas por las que había rezado tanto. Con este santo deseo, creo que se ha convertido en la primera ciudadana del Paraíso de la provincia de Corea.
Hna. M. Alessandra aspiró a la perfección, a veces parecía severa y fría. Algunas personas trataban de acercarse a ella, también yo hice esta experiencia e inicialmente me mantuve a distancia, pero después de la primera profesión, me acerqué a ella y le hablé de esto. Ella lloró y me pidió perdón, desde entonces, su humildad y sencillez han sido un hito en mi vida. Muchas veces, trabajaba toda la noche mientras prestaba servicio simultáneamente como maestra de formación y como secretaria provincial; sin embargo, siempre trabajó con pasión sin mostrar ningún signo de cansancio.
Cuando fue superiora de la comunidad de Daegu (una ciudad de Corea), mostró un amor especial por los amigos de Jesús Maestro y los fieles de la parroquia. A su funeral asistieron muchas personas que siguen recordándola con cariño. Un hermano discapacitado que ayudaba mucho a nuestro convento dijo: “Era como una verdadera madre. Ha comprendido mis dificultades, siempre me ha escuchado y tratado con comprensión y afecto”. Esta persona, aún hoy, va a menudo a la tumba de Hna. M. Alessandra y se ocupa de ella.
La noche antes de su muerte en noviembre de 2003, después de asistir a un momento de oración en el instituto Dongseong de Seúl, recuerdo que vino a mi habitación porque estaba enferma, era tarde, me dijo que había comprado un medicamento para la piel en Cheongju (una ciudad de Corea) ¡y quiso aplicármela ella misma! Al día siguiente murió a causa de un accidente de tráfico. Le estoy muy agradecida por lo que ha hecho por mí y espero verla pronto en el cielo. ¡Muchas gracias Hna. M. Alessandra!
Recuerdo un encuentro fraterno durante el noviciado, era un momento de compartir sobre el tema de las virtudes y defectos de cada una, para que pudiéramos vivir mejor la corrección fraterna. Por desgracia, sobre una novicia se habían compartido tantos defectos, hasta el punto de ofenderla, pero, Hna. M. Alessandra pensó que estaba bien en recibir sobre sí todas las flechas lanzadas contra la joven, para comportarse como un escudo. ¡Era así! Se ponía siempre del lado desfavorable y trataba de animar la mecha que estaba a punto de apagarse, como las madres hacen con sus hijos. Era muy sensible y a menudo en su oración recordaba a las hermanas que habían dejado la congregación, nos mostró una gran generosidad y un gran amor hacia los jóvenes, le estoy muy agradecida y encomiendo a su intercesión a las nuevas vocaciones.