Doi Waka – Hna. M. Stella Waka Juliana Doi
Para reconstruir el camino “particular” de esta primera hermana japonesa, recurrimos al relato de su vida, a la conversión y vocación publicados en nuestra Revista “La Vida en Cristo y en la Iglesia” (diciembre 1957 – enero 1958) un artículo titulado: “Estaba mirando mi estrella”.
Waka nació el 4 de julio de 1923 en Corea del Norte, donde sus padres se habían trasladado desde Japón 40 años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Dos hermanitas y un hermano murieron a una edad muy temprana, ella, aunque delicada de salud, pasó su infancia feliz.
Cuenta: “Mi habitación era pequeña, pero tenía una gran ventana. Una tarde estaba en la habitación y miré el cielo; vi una estrella; me pareció más bella que todas las demás y parecía que quisiera decirme algo. ¿Qué quieres? ¿Quién eres? – le pregunté.
‘¡Oh pequeña mía! Yo conozco tu futuro. Tendrás muchas penas en tu vida. Pero yo estaré siempre contigo, te quiero mucho’. Al oír esas palabras, lloré largamente sentada en mi cama; desde ese momento en adelante, cada noche miraba mi estrella, le hablaba, la escuchaba. No sabía lo que significaba rezar y no sabía rezar. Pero todas las noches antes de irme a la cama lo hacía a mi manera”.
Japón perdió la guerra y los japoneses se vieron obligados a abandonar Corea: “Me despedí de mi casa, del violín, del piano, de Corea, la tierra de mi nacimiento, de tantas cosas hermosas y hasta entonces necesarias” y partimos; desembarcamos en Fukuoka, el viaje duró un mes y en este trayecto muchos niños murieron por falta de comida y de agua. En Fukuoka, Waka se separó de sus padres y fue contratada en una oficina de la Base Militar Americana, donde trabajó desde 1945 hasta 1949. El conocimiento de la Base Americana, la benefició también más tarde, y le fue útil para ayudar a la naciente Familia Paulina, además de revelarse una oportunidad para llegar a la fe. El Sargento Wright le presentó al Padre Martin que la llevó a la vida cristiana. En el primer encuentro le preguntó: “¿Nunca has pensado en Dios?” “Creo que hay un Dios, pero no lo conozco” “¿Quieres conocerlo?” “Las palabras del Padre me pusieron en el alma un verdadero deseo de conocer a Dios… Seguí yendo a él durante seis meses y me explicó el catecismo de la Iglesia Católica, luego me envió al párroco, para que me instruyera otros seis meses en preparación al Bautismo. Le hablé al párroco de mi estrella, y él me preguntó: ‘¿Crees que esa estrella es Dios?’ No, creo que hay un solo Dios, que lo ve todo, lo sabe todo y está en todos los lugares; yo lo he rezado siempre por medio de esa estrella que la tarde brilla luminosa y la mañana permanece en el cielo junto a la luna. ‘Sabes -me dijo- esa estrella es la figura con la que identificamos la “Estrella Matutina” es decir la Virgen, la Madre de Dios’. ¡Qué alegría! Era entonces la Virgen que me había dicho: “Estaré siempre contigo”. ¡Fue ella quien me protegió y me guió! Mi corazón estaba lleno de gratitud.
El 16 de abril de 1949, sábado santo, recibí el Bautismo del Obispo Mons. Fukaori, junto con otras 11 personas. Me dieron el nombre de Juliana, en Pascua, y recibí por primera vez la Eucaristía.
A través de una amiga, que prestaba servicio a dos padres misioneros italianos, supe que vendrían a Japón unas hermanas llamadas Pías Discípulas del Divino Maestro. Los Padres describieron a esta amiga mía el carisma de estas hermanas y ella lo compartió conmigo, inmediatamente hablé con el párroco, y él me dijo: “Los comienzos son duros, encontrarías sacrificios que no podrías soportar”, de hecho, ¡esto resultó ser una razón más para elegir precisamente este Instituto! En mi vida había hecho tan pocos sacrificios que sentí que tenía que recompensar a Jesús por la bondad que tuve conmigo ¡Lo conocí demasiado tarde! Sentía que quería amarlo en la donación total y en el sacrificio.
El 26 de noviembre de 1949, junto con otra joven, que se convertiría en Hna. M. Escolástica, Waka se fue a vivir a Fukuoka con los Paulinos, a la espera de las Pías Discípulas, que llegarían en mayo de 1950. Las hermanas que llegaron fueron Hna. M Ilaria Vaia y Hna. Cordis Drudi. Luego de conocerse, Waka fue enviada a Italia para el noviciado. P. Angelo Castellotto, un sacerdote paulino, la acompañó y la presentó solícitamente diciendo: “Esta joven sabe soportar el dolor y los sufrimientos morales de un modo extraordinario”.
Waka emitió la Primera Profesión el 25 de marzo de 1952, en Alba (CN), y recibió el nombre de “Stella”, en memoria de la historia del amor de Dios hacia ella. Al regresar a Japón, fue de gran ayuda para las hermanas misioneras, dedicándose a las traducciones, a la formación de las jóvenes y, poniendo al servicio su sensibilidad artística, comenzando así el apostolado de la pintura y de la música, además de contribuir a poner los cimientos del Apostolado.
Muchos aspirantes y postulantes heredaron sus propias técnicas artísticas, como la pintura sobre tabla, papeles rotos y papeles serigrafiados.
Emitió la Profesión Perpetua en Japón, en Tokio, el 25 de marzo de 1957, en su solicitud para los votos perpetuos expresa: “Confío en que el Divino Maestro, mi esposo eterno, me acoja …” (3 de enero de 1957). En 1970 fue enviada a Corea del Sur, donde ya encuentra algunas hermanas provenientes de Italia, para comenzar con ellas nuestra presencia en esa Nación y permanece allí hasta 1975 cuando vuelve por algunos años, a Italia, a Milán, donde se dedica al dibujo y a la serigrafía.
En 1979 se le pide una ocolaboración misionera y viaja a Estados Unidos, donde desarrollará su ministerio como sacristana en la Catedral de Los Ángeles. Con ocasión de la beatificación del Beato Timoteo Giaccardo irá a Roma y, en 1989, volverá definitivamente a Japón. Colaboró en la catedral de Osaka, luego en Tokio y en el Centro de Apostolado Litúrgico en Fukuoka. Después de regresar a Japón, su entusiasmo por el apostolado en el departamento de pintura continuó alimentándose, creando postales con nuevos diseños. Su entusiasmo siempre ha sido sorprendente, estaba constantemente actualizada sobre los nuevos movimientos que surgían en el campo social, cultivándolos con gran sensibilidad y tratando de llegar a las personas haciendo siempre cosas nuevas y transmitiendo la Palabra de Dios a través de sus pinturas.
A través de su persona, sintió el deseo de querer comunicar con alegría al Señor Jesús y su Palabra, a través del apostolado de la pintura; ¡estaba orgullosa de haber sido misionera hasta el final de su vida! Siempre ha participado activamente en la oración y también, en su ministerio apostólico, se podía percibir cómo con sus actitudes intentaba transmitir la alegría del encuentro con Jesús.
Para recibir una atención médica adecuada, pasó los últimos tres años de su vida en un hogar de ancianos, en Komatsubara-en (Tokio). También allí fue amada por todos, las hermanas y los hermanos de Japón la acompañaron con su asidua cercanía, recuerdan que hasta que las fuerzas físicas se lo permitieron, cantó himnos a María, Madre de Jesús, implicando a otras personas, ¡Así, en su sencillez y en la esencialidad de la vida, fue capaz de irradiar a Jesús y dar su testimonio de fe!
El 8 de mayo de 2015, a las 22.20, hora local, en el sanatorio “Komatsubara-en” (Tokio), el Señor la introdujo en el gozo del Cielo, en el mes dedicado a María…
Hna. M. Stella, ahora que puedes ver de cerca a María, Estrella matutina, y alabar a Dios por el inmenso amor vivido en tu historia de discípula, amante del Esposo. Mantén todavía tu mirada compasiva dirigida a la tierra, especialmente a Corea, a Japón ¡y a todo el Lejano Oriente!