José, con María su esposa, subió «a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc 2,4).
Belén: el nombre significa casa del pan. En esta “casa” el Señor convoca hoy a la humanidad. (…) El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de Él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia. Desde la “casa del pan”, Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo. Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar.
(Homilía del santo padre Francisco, Solemnidad de la Natividad del Señor 2018)
¡Feliz Navidad y próspero Año Nuevo!
Sr. M. Micaela y las hermanas del Gobierno general PDDM