Hna. M. Fiorella Schermidori
Aquí cantamos como mortales, allá arriba como inmortales.
Aquí en la esperanza, allá arriba en la realidad.
Aquí, como exiliados y peregrinos, allá arriba en la patria.
Cantamos como viandantes Canta, pero camina.
Canta para aliviar las asperezas de la marcha,
pero cantando sin caer en la pereza. Canta y camina.
¿Qué significa caminar? progresar en la santidad. Canta y camina.
(San Agustín, obispo, Disc. 256)
De acuerdo con el carisma de las Pías Discípulas del Divino Maestro hna. María Fiorella Schermidori fue puesta al servicio del canto en la liturgia valorando el don de su voz y de su sensibilidad musical.
Hna. María Fiorella, Francesca Schermidori, nació el 23 de noviembre de 1949 en Montegaldella (VI) quinta de diez hijos: seis hermanas y cuatro hermanos. Recibe el bautismo en la parroquia de San Miguel Arcángel, el 30 de noviembre de 1949. La familia, con las características de una pequeña comunidad, unida y alegre, ha sostenido el crecimiento de Francesca en la fe, en la comunión, en el entusiasmo. Este clima, impregnado de valores cristianos, favoreció la respuesta a la llamada a seguir a Jesús Maestro en la vida consagrada desde adolescente.
Entró en la Congregación en Alba el 18 de julio de 1959 e hizo el pre-postulado con un grupo de “inmaculatinas”, así se llamaban las muchachas más pequeñas y a las adolescentes que entraban en la comunidad y recibían los estudios elementales. Emitirá la Primera Profesión como Pía Discípula del Divino Maestro en Roma el 25 de marzo de 1967 y los votos perpetuos el 30 de marzo de 1974. Inmediatamente fue iniciada en los estudios superiores de Música sacra en Roma en el Pontificio Instituto de Música Sacra (PIMS). En 1982 obtuvo el Magisterio en Canto Gregoriano con una tesis titulada «Liturgia y canto sagrado en la enseñanza de don Santiago Alberione a las Pías Discípulas del Divino Maestro». En París, donde pasó algunos años, tomará clases de órgano. Desde 1985 permaneció en Roma, en la comunidad de vía Portuense, para la animación musical en la Iglesia Jesús Maestro.
Su contribución fue notable también en la Iglesia local y nacional gracias a los organismos eclesiales a los que pertenecía. En 1995 es nombrada por cinco años Directora del Secretariado Religioso, miembro del Consejo Directivo de la Asociación Italiana Santa Cecilia (AISC). De 1999 a 2018 es la encargada de la liturgia en la USMI (Unión Superior Mayor Italia) y en 2012 fue nombrada por el Secretario General de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), miembro del Comité para los Congresos Eucarísticos en nombre de la USMI. Últimamente, durante algunos años ha animado la Celebración Eucarística televisada en Adviento y Cuaresma en la capilla S. Giuseppe del hospital Agostino Gemelli en Roma.
Hna. Maria Fiorella cantó mucho e hizo cantar mucho, a muchas religiosas en las asambleas USMI, a muchos obispos en las asambleas CEI y a muchas personas en eventos parroquiales. Mientras dirigía y cantaba, todo su cuerpo vibraba al canto y al ritmo de las canciones que, en su género, eran en su mayoría alegres y rítmicas. Esto fue también motivo de sufrimiento ya que para algunos esto no se coincidía con lo que esperaban de una religiosa. Pero el suyo era un don y un carisma, su misma persona emanaba ritmo y alegría que manifestaban un corazón enamorado y sencillo, condiciones sin las cuales no puede surgir ningún canto. Con estos dones lograba hacer cantar a cualquiera, incluso a los que se consideraban desentonados. Era capaz de sacar el talento del canto y del ritmo incluso a las piedras. Se puede decir que el canto ha dado forma a su persona.
Su secreto era una profunda vida de oración, a la que dedicaba mucho tiempo de su jornada, en las celebraciones litúrgicas y en la adoración eucarística. Nacía en ella, ante su Señor y Maestro aquel canto de amor que luego tomaba voz en el ejercicio de la misión. Para ella la música y el canto eran un apostolado, realizado con naturalidad, con desprendimiento evangélico y de corazón a corazón. Ella misma decía: «¡Cuánto bien podemos hacer con el canto! Pienso siempre que con nuestras voces podemos convertir a una sola persona y quién sabe a cuántas otras podemos disponer para la escucha de la voluntad de Dios» (De una carta suya).
Sor Maria Fiorella orientó sus energías con creatividad a la composición musical tomando como principio las palabras de san Agustín, relanzadas por el beato Santiago Alberione: “Qui bien cantat, bis orat”. “Los cantos expresan las devociones fundamentales: a Jesús Maestro, vivo en la Eucaristía, a María, Reina de los Apóstoles, a san Pablo Apóstol. Nutren el espíritu paulino. Siguen otras divoziones complementarias. Que cada uno se esfuerce por comprender el sentido de las palabras y cantarlas bien; para que el canto sea verdaderamente la expresión de los sentimientos internos: de fe, de esperanza y de caridad”. (P. Santiago Alberione)
Compuso numerosas colecciones de canciones para la Misa y dirigió obras de otros autores. Merece la pena recordar la gran obra de la composición musical de los salmos, himnos, antífonas y responsorios de Laudis Canticum. Colaborando con otras hermanas asumió la responsabilidad, el cuidado y la dirección y la propuso a las comunidades de la Iglesia italiana. Su producción musical fue particularmente rica. Numerosas expresiones de agradecimiento confirman la preciosidad de su servicio.
En la celebración de su pascua terrenal, el 1 de junio de 2018, los cantos tenían el perfume de la Resurrección. Las hermanas del Coro Rabbunì, creado y dirigido por ella con pasión y dedicación, le dirigieron el último saludo de despedida con el canto compuesto por ella, de hecho, era su canto preferido: “¡Oh noche más clara del día, oh noche más espléndida del sol, noche más blanca que la nieve! ¡Oh noche que no conoces tinieblas, oh noche que traes la salvación, oh noche que nos abres el cielo! Noche nupcial de la Iglesia, noche que nos da la vida, noche de alegría sin fin.
¡Permanece en nuestro corazón su voz llena de vida! ¡Con el canto nos hizo sentir la presencia de Dios, el coro de los ángeles! Durante toda su vida anunció con amor a Jesús Maestro y el Señor ahora le ha revelado su rostro. Como una de las virgenes prudentes salió al encuentro de Cristo con la lámpara encendida.