Hna. M. Gracia Mag-uyon
“Sé que su vocación es una vocación de intimidad, de perfección especial. Es una vocación al amor […] ¿Con qué generosidad pronunciarán su fiat?” (APD 1946, 244).
Estas palabras de nuestro beato fundador, Santiago Alberione, han caracterizado el programa de vida de Hna. M. Gracia, que vivió 37 años en la vida religiosa como discípula del Divino Maestro. Su vida, caracterizada por una gran sencillez, y con un profundo amor a Jesús Eucaristía, expresaba su generosa y creativa donación.
Gracia, nacida el 3 de abril de 1952, es originaria de Bohol, una de las bellísimas islas de Filipinas, creció con sus padres y otros siete hermanos y, a pesar de no ser la hija mayor, asumió el papel de referencia, como si fuera un cabeza de familia; se mudó a Cebú para trabajar, envió a sus hermanos a la escuela, dejando de lado sus sueños personales.
Fue precisamente en Cebú donde conoció a las hermanas Pías Discípulas del Divino Maestro. A menudo, en los momentos de pausa del trabajo, iba a rezar a la capilla donde estaba la Adoración. Quizás el deseo de consagrar su vida a Dios estaba ya dentro de sí desde la juventud, pero Gracia hizo de la familia su prioridad.
El encuentro íntimo y cotidiano con Jesús Maestro durante la Adoración y el constante encuentro con las religiosas, le hicieron sentir, o quizás despertar, el deseo de estar en la presencia de Jesús Sacramentado, que fue el primero en amarla y llamarla, alimentando así la llama del deseo de llegar a ser religiosa; deseo, sin embargo, que no era fácil para ella.
De hecho, nunca fue un secreto que antes de entrar en la Congregación, Gracia atravesó un viaje como si hubiera subido a la montaña rusa. Tenía más de 30 años cuando conoció y se enamoró de la vida y del carisma de las Pías Discípulas. En aquel tiempo, la Congregación tenía un límite de edad para permitir la entrada de nuevas vocaciones, motivo por el cual no podía ser admitida. Por eso, se le aconsejó unirse al Instituto María Santísima de la Anunciación, consejo que aceptó y siguió humildemente.
Sin embargo, nunca dejó de participar en la Adoración cotidiana en la comunidad de Cebú, donde su “único amor, Jesucristo, le permitía alimentar un solo deseo, el de ser donada a las almas” (Beato Santiago Alberione).
¡Jesús a partir de aquel período se convirtió en su refugio, su fuerza y su gran consuelo, su constante conversación con el Maestro eucarístico hizo posible lo imposible!
Cuando Madre M. Tecla Molino, entonces Superiora General, visitó Cebú para una visita fraterna, vio a Gracia en la capilla conversar íntimamente con Jesús y le pidió hablarle, sin saber que su sueño era conocerla personalmente y expresar su deseo de ser una Pía Discípula. Madre Tecla, tocada por su petición, le concedió la dispensa del requisito de edad, acogiéndola en nuestra Congregación. Después de 4 años de formación inicial, hizo su Primera Profesión religiosa en Antipolo en 1989 y la Profesión Perpetua en 1995.
Su programa de vida: dar a Jesús, su único amor, a los demás. Este programa era percibido por el modo en que vivía como discípula, en la sencillez y en la humildad, siempre dispuesta a sacrificarse por el prójimo. Con generosa y creativa entrega de sí, ejecutó las tareas que le fueron confiadas, sobre todo como responsable en varias comunidades. Su sencillez expresaba la singularidad de sus buenas intenciones y de su deseo de amar y donar a Jesús, permitiéndole ver la belleza en las pequeñas cosas, incluso en las que parecían inútiles y convertirlas en creaciones originales para la celebración de los misterios de Dios.
Se dedicó a la creación y re-creación de objetos litúrgicos, al diseño de espacios hermosos y dignos para el culto utilizando desechos y materiales aparentemente no deseados; las obras delicadas y originales de sus manos: tabernáculos, vasos sagrados y vestiduras. Capillas e iglesias en muchas diócesis de Filipinas, han sido realizadas y dejan traslucir su gran amor por el Señor.
Hna. M. Gracia es recordada como una persona responsable y creativa que, con su vida, supo proclamar la Belleza que salva, que es Jesús mismo.
En una de las capillas que había proyectado y realizado, encontró a su Esposo, a quien había dicho generosamente su sí. El 28 de octubre de 2022, a los 70 años, tras su encuentro diario con el Maestro vivido en las horas de Adoración, la Hna M. Gracia exhaló su último aliento, encontrándose con el gran amor de su vida: Jesús Maestro.
“El Paraíso, lugar de la recompensa eterna, es proporcional al trabajo que se realiza, al amor con que se realiza, a la generosidad con que se sirve a Dios” (APD 1946, 535).