Hna. Ma. Savina Boni
“Nuestra fundación en España se hizo en Bilbao, porque fuimos a ayudar a nuestras Hermanas que estaban en el servicio sacerdotal a la SSP. Eran solo dos: Hna. M. Girolama y Hna. M. Teodolinda, y los chicos… eran unos cuarenta”.
De esta manera, Hermana Savina[1] comienza sus memorias sobre los inicios de la Congregación en España. Eran tiempos difíciles, entre guerras, y para eso, se necesitaban mujeres valientes, dispuestas a seguir la llamada de Dios aquí y más allá de las fronteras.
Alberione, preocupado por la situación de la naciente Familia Paulina española, insiste en el pedido de que las Discípulas vayan a la casa San Pablo. En 1942 fueron enviadas dos hermanas y en 1943, Madre Escolástica pide a Hna Savina unirse al grupo.
Esta decisión no era fácil. Savina no se sentía capaz y así nos lo cuenta: “Yo me sentía totalmente incapaz y le contesté que, si quería que yo fuese a España, yo iría, pero no como responsable; que por todo lo demás, yo estaba dispuesta. Respondí así, por mi incapacidad y porque yo había estado siempre en mi trabajo de sastrería y no tenía experiencia. La Ven. Madre no hizo caso de mi respuesta. Yo recurrí al Señor Maestro, pensando que, por lo menos, él me comprendería… Peor aún. Me confirmó: esta era la voluntad de Dios.
Luego, la M. M. Escolástica me explicó: allí hay dos Hermanas nuestras junto a la SSP. Ustedes irán allí; ayudarán a las Hermanas, porque están cargadas de trabajo, ya que los chicos son muchos. Luego, con la ayuda del P. Costa, verán cómo dar comienzo a una casa nuestra donde acoger a nuestras vocaciones”.
Y Savina partió. “Como compañera, me confiaron a Hna. M. del Sacro Cuore Carrara.
Salimos de Alba en los primeros días de junio de 1943. En Roma habían reservado el avión para marchar. Nos dijeron que era el último de la línea: Roma-Barcelona.
Teníamos, por consiguiente, que marchar enseguida, porque si no, no iba a ser posible.
Después de la santa Misa, vino el Señor Primer Maestro. Nos dijo: «Vayan enseguida; allí hay muchas vocaciones que las esperan. Vayan. El Señor las acompaña. Ustedes procuren acoger a las que la Divina Providencia les manda. Enséñenles a hacer todos sus trabajos y, sobre todo, la adoración. Oren bien y el Señor las ayudará, siempre y en todo. Les doy mi Bendición”.
Fueron años de mucho amor entregado, de mucho trabajo, de dificultades de todo tipo: la post guerra civil española; la segunda guerra mundial; conseguir una casa adecuada para las hermanas y los permisos para ejercer el apostolado en las diócesis; el duro periodo del “decreto de muerte” de la congregación, durante el que Hna. Savina, aun estando incomunicada sobre eso, alentaba y formaba a las hermanas. Sobre esto, relata un encuentro con fundador, P. Alberione:
“Me hizo luego más preguntas, a mí me interesaba saber las c osas con claridad y les dije: Quiero saber si las Pías Discípulas existen o no, porque allí tenemos postulantes que tienen que venir para el noviciado, pero no quieren ser Hijas de S. Pablo. Yo tengo que decir la verdad.
Entonces el Primer Maestro mandó al P. Giaccardo a por un recado y me dijo:
‘Sí, las Pías Discípulas existirán, aunque haya que empezar de a una’. Yo me quedé asombrada, le besé la mano y dije: Me parece que estoy soñando». Él me dijo: ‘Entonces, sueña’. A lo que le contesté que había visto algo parecido en sueños, y él me dijo: ‘escríbelo y dámelo’. Luego añadió ‘Ahora, ¿qué hacer? Se podría hacer el noviciado allí’. Yo pensé un poco y le dije: No es posible, porque no tenemos personas preparadas, y, además, les prometí que las enviaría a Italia, entonces no sé qué decirles. ‘¿Qué piensas hacer?’ Dijo Él. Yo le dije: ‘Tendría que avisarlas, que estén tranquilas y luego ir a buscarlas’.
Y eso hizo Hna. Savina: acompañó a las chicas en un largo viaje, probado también por las dificultades, pero encomendado a la Virgen del Pilar en su Santuario. Y las postulantes llegaron a Roma para hacer su noviciado. Pasaron antes por Alba, para conocer los talleres y saludar a las hermanas.
Recuerda hna Savina otro episodio en el que sintió una gracia particular de la Virgen, cuando pedía el reconocimiento de la presencia de la Congregación en las diócesis y el reconocimiento del nombre de Pías Discípulas. Luego muchas dificultades y de poder hablar finalmente con el obispo de Bilbao, recuerda Hna. Savina: “Llegar adónde el Obispo fue bastante difícil, pero lo conseguimos. Cuando llegamos a la oficina, tocó la campana para el Ángelus de mediodía. El obispo recitó el Ángelus y nosotras contestábamos en latín, como se usaba entonces.
El Obispo era el que había venido de León. Era alto y fuerte, tanto que imponía. Se sentó y leyó toda nuestra explicación, incluidos los errores de gramática, porque no sabíamos bien el español. Se quedó un buen rato en silencio. Luego, Hna. M. Francisca tomó la palabra y dijo que ya lo había conocido en León, cuando había ordenado sacerdote a su hermano e intercambiaron unas palabras. Luego, él dijo: ‘Tengo que pensarlo; tengo que hablar en el consejo, luego les daremos una respuesta… Les doy mi bendición, para ustedes y para su comunidad’.
Nos fuimos. Yo esperaba y les decía a todas que pidiesen una gracia, pero sin más explicaciones. Por fin, llegó la respuesta; realmente Dios había tomado en cuenta nuestra oración: todo estaba en regla, se nos pedía que estuviésemos tranquilas y que hiciésemos nuestro trabajo como siempre. Después de esto, yo pensaba que la Virgen nos lo había conseguido; yo había pensado siempre en ella, porque aquel rezo del Ángelus fue providencial y nos abrió las puertas.
En 1949 Hna Ma. Savina es llamada nuevamente a Italia. Su tiempo en España había terminado, pero no su SI, una respuesta inspirada en el Sí de María; siempre disponible a “partir”, sin miedo, como la Virgen Santísima en la Visitación; siempre empezando “desde Belén”, siempre meditando el corazón los acontecimientos y uniéndolos a la Cruz del Señor… Sí, siempre Si. Una respuesta de ella y de todas las hermanas, que fructificó en España y que, rogamos a Dios, den también muchas otras vocaciones de las Discípulas del Divino Maestro en ese hermoso país.
[1] Hna. Ma. Savina nasció en Taffoli – S. Croce Sull`Arno, Pisa – Italia, el 16 de julio 1912. El año sucesivo a la Profesión perpetua (21de agosto de 1942), fue destinada como superiora, en España y, antes que se cerrasen las fronteras a causa de la II guerra mundial, llegó a Bilbao donde permaneció por tres años sin poder tener alguna comunicación. En el periodo de 1946 fue reasegurada de la vocación como pddm por el mismo Fundador, que dijo: “Estoy dispuesto a reiniciar la Congregación incluso con una sola”. Savina volvió a Italia en el 1949 y falleció el 29 de julio de 1999.
Siguen en anexo tres fotos:
Foto 1 es del 1947 a 1949 en Bilbao (España), en la primera casa nuestra (no en el seminario ssp).
Savina es una de las cuatro de la primera fila abajo. Las hermanas ya no pueden decir con certeza cual es.
De la izquierda para la derecha parece ser la segunda.
Foto 2 en Italia. Savina está en pie a la derecha.
Foto 3 en Sanfrè con la Hna. Mª. Fe Fernandez.