Hna. M. Bronislawa Suchora
La vida esta hermana se entrelaza con la historia de nuestra congregación y con la de Polonia.Fue una de las primeras jóvenes mujeres en unirse a nuestra comunidad, renacida después de la guerra (1948). Recordemos que los primeros miembros de la Familia Paulina. Recordemos que los primeros miembros de la Familia Paulina llegaron a Polonia en 1935, pero los eventos que siguieron, entre ellos la muerte de Hna. M. Saveria Pistamiglio y el arresto del superior paulino, padre Tarcisio Ravina, llevaron a la interrupción de la presencia dentro de la nación polaca, no solo de las Pías Discípulas del Divino Maestro sino también de las otras congregaciones: la Sociedad de San Pablo y las Hijas de San Pablo.
Hna M. Bronislawa perteneció al primer grupo de las cuatro hermanas, excepcionalmente exentas del noviciado canónico. Los inicios de la fundación en Polonia fueron muy difíciles por motivos políticos (persecución de la Iglesia a causa del régimen comunista), y por eso, el mismo Fundador permitió que la solicitud de dispensa del noviciado se enviara a la Sagrada Congregación. El contenido de ese pedido da testimonio de la conciencia de esta joven mujer sobre el paso que ha dado: “Yo, Suchora Janina, postulante de la Congregación de las Pías Discípulas del Diviono Maestro en Czestochowa… acepto con agrado la gracia que me han concedido de la dispensa del noviciado canónico y la entiendo consciente y voluntariamente”.
De todas maneras, las jóvenes recibieron una formación adecuada, conducida por Hna. M. Tymotea Bovetti, responsable de la comunidad que renacía. Hna. M. Bronislawa emitió la profesión religiosa el 13 de abril de 1952. A la Superiora General, Madre M Lucía Ricci, dirigió esta carta: “Ante todo, quisiera agradecerle por haberme permitido pronunciar mis primeros votos religiosos. Con los votos, todos mis deseos han sido colmados. Darme a mi misma a Jesús me ha dado muchísima alegría y paz. Ahora soy verdaderamente la esposa de Jesús y un miembro de la congregación, que amo más que otra cosa. Agradezco también a todas las hermanas que oraron por nosotras…Hago todo por amor a Jesús y por sacrificarme…”
Hizo su profesión perpetua seis años después.
A causa de la situación socio política de Polonia, las hermanas tuvieron que encontrar un modo de sostenimiento y una forma apostólica muy simple: fabricaban rosarios, ornamentos litúrgicos y cultivaban una huerta. Hna M. Bronislawa era una cocinera profesional y ejerció ese servicio por muchos años, en varios lugares, sobre todo en las casas de la Sociedad de San Pablo, que fue revitalizada con el apoyo espiritual de las hermanas. Ella era valorada y querida por los sacerdotes y por los hermanos, transmitimos el testimonio de uno de ellos: “Ella quería mucho Santa María. Podía trabajar durante mucho tiempo y muy duramente para cumplir con sus deberes y, después del trabajo, se acercaba al Santuario de Jasna Gora para rezar. Le encomendábamos nuestras intenciones, porque sabíamos que rezaba por nosotros. Recuerdo también las manos humildes de Hna. Bronislawa, manos de una mujer trabajadora. Frecuentemente, fregaba nuestros pantalones sucios con un cepillo sobre una tabla de madera, apoyada sobre la pileta del baño. Reíamos de pensar que habría hecho huequitos a los pantalones por la fuerza con la que los lavaba. Ella decía que “debían ser correctamente lavados”. Es que todo lo hacía lo mejor que podía. Cuando estaba en casa nos daba seguridad, porque no era solamente como una hermana para nosotros, sino también como una madre, y luego como fue una abuela” (P. Boguslaw Laskowski ssp).
Hna. M Bronislawa murió el 29 de noviembre de 2008 a los 85 años de edad. En la homilía de su funeral, el padre Roman Mleczko, sacerdote paulino, dijo: “Ha buscado llenar el tiempo de su vida con la oración, con el trabajo duro, con el sufrimiento, el amor, el sacrificio… Ha llenado su tiempo con todo aquello con lo que Cristo ha llenado sus 33 años de vida terrena. Ciertamente, su deseo más grande era Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida. Siguiendo a Jesús ha conservado al mismo tiempo su propia identidad, la belleza innata de su propia personalidad y permaneció siempre libre.
Qué rara es esta belleza, cuando lo quiere el Espíritu Santo para recorrer un sendero así de sutil. Dedicó casi toda su vida a trabajar en la cocina y en la lavandería. Ha reinado entre nosotros con una corona de servicio. No vivía para sí misma -como una buena madre- y por eso la queríamos tanto. Cuando sucedían dificultades, decíamos: vamos a contarle a Broncia (así la llamábamos siempre) para que rece… Y luego nos sentíamos más seguros: las cuestiones difíciles estaban ya en buenas manos”.
Hna. M. Bronislawa realizó perfectamente el carisma de una Discípula del Divino Maestro: fue una raíz escondida, la “madre de los sacerdotes”, a quienes dedicó la mayor parte de sus fatigas, ofrecimientos y de su vida.