Hna. María Tomasina Pica, la primera hermana en Argentina
“¿Quién quiere ser misionera?” Dijo el joven sacerdote y fundador Santiago Alberione al grupo de jóvenes entre las Discípulas del Divino Maestro. Tomasina y otras jóvenes levantaron la mano. Ella no sabía que Dios tomaría la palabra, y que sería la primera de muchas en el sur del mundo. Hna. M. Tomasina dijo: En el verano de 1931, durante una meditación, el Primer Maestro dijo: “Ya es hora de llegar a otras naciones, para abrir nuevas casas y continuar predicando el Evangelio”.
Hna. M. Tomasina fue elegida para Argentina. Dijo: “Sentí una fuerte resistencia para aceptar, pero obedecí. Lo hice con mucho sacrificio y después de ofrecer horas de adoración”. ¿Qué había cambiado? Sucedió un hecho muy doloroso. La Familia Pica, anteriormente había partido para emigrar a Argentina, mientras que la joven Rosina se había quedado en Italia para seguir la llamada de Dios.
Ese país estaba lleno de promesas y con las puertas abiertas a los migrantes. Por la ley de 1876, el Estado les daba tierra, trabajo, libertad religiosa. Estaba lleno de recursos y confiaba a los migrantes el crecimiento de la nación. Miles de familias de muchos países, especialmente de Europa, habían llegado a Argentina soñando con un futuro mejor. Entre ellos estaba la familia Pica. Viajaba en el barco Princesa Mafalda y, en la travesía del océano, el 25 de octubre de 1927, se vieron envueltos en el trágico naufragio del que se salvaron un hermano y una hermana pequeña.
Para Hna. M. Tomasina se trataba de afrontar el viaje sobre aquellas aguas que se habían convertido en la tumba de los Padres y de otros familiares. Con la bendición del Primer Maestro partió el 10 de diciembre de 1931 embarcándose en el transatlántico Conde Verde. Llegó al puerto de Buenos Aires junto al seminarista, Angelo Cozzani, luego sacerdote paulino, el 30 de diciembre de 1931.
El miedo, el dolor, la soledad, nunca detuvieron el corazón tierno y misionero de Hna. Ma. Tomasina. Fue una verdadera madre en el seminario paulino y con todas las hermanas. Trabajadora, silenciosa, dulce y delicada, iluminaba con su sonrisa la habitación en donde entraba. Junto con Hna. Ma. Paola Anselmo, que llegó después, abrieron casas y caminos para la Congregación. Cuenta Tomasina: “Fueron años de trabajo apostólico, amor y compromiso. Años guiados por la presencia del Señor y por la palabra segura del Fundador que constantemente nos inspiraba para cumplir la voluntad de Dios.”
Hna. Ma. Tomasina era una mujer de fe en la Providencia y tenía una devoción particular a San José. De hecho, respecto a este santo y a su intercesión, contaba un hecho vinculado a la Casa de Córdoba. Las hermanas estaban en una pequeña casa, pero cada vez eran más, y Tomasina estaba preocupada. Quería a encontrar un hogar mejor y rezaba y hacía rezar para que san José intercediera por esta necesidad. Una noche, soñó que el santo la hacía subir a su asno y la conducía por las calles de la ciudad hasta la calle Oncativo, en el 365. Allí veía un convento, entraba y él le hacía ver que era un buen lugar para las hermanas.
Por la mañana, después de la oración y el desayuno, decidió ir por las calles como recordaba. ¡Encontró la dirección y se sorprendió al ver todo como en el sueño! Allí vivían las Hermanas de San José, que tenían un colegio, y también ellas rezaban para dejar su casa en buenas manos. Las Hnas. Discípulas del Divino Maestro todavía estamos allí. Durante muchos años ha sido la casa de formación, la casa de descanso para sacerdotes ancianos y enfermos, y ahora es la Casa de Oración, donde muchísimas personas encuentran a Dios.
Madre Tomasina fue superiora en las casas de Florida, Buenos Aires, Córdoba y Mar del Plata. Tenía una bondad especial, comprensión, comunicadas a las Hermanas a través de sus relaciones sencillas y sinceras. Es de recordar un aspecto significativo en la actividad apostólica de la M. Tomasina: su interés por los Cooperadores. Ella era madre para todos y estaba atenta a las necesidades de cada uno.
Con la edad, para Madre M. Tomasina aumentaron los problemas de diverso tipo y las fuerzas declinaron, hasta que solo le quedó la posibilidad de rezar y ofrecer su vida, dando testimonio de su amor por Jesús Maestro, nuestra Congregación y la Familia Paulina. Murió el 14 de febrero de 1992.
La Madre Tomasina aún nos guía. Su dulzura, la paz que transmitía, su silencio, su amor, su oración, el hacerse cercana a todos, su trabajo, su relación con la comunidad y con los cooperadores todavía nos inspiran. En su homenaje[1], hemos hecho durante la pandemia, un emprendimiento de pastelería y otras recetas de las hermanas, para promover la salud, el cuidado de la Creación y la solidaridad. Es un modo de vivir la pobreza paulina y de responder al grito de la tierra, como nos impulsa hoy el Magisterio.
[1] El emprendimiento puede verse en Instagram o facebook como @madretomasina