Hna. M. Edvige Wronska
Vivió exactamente 70 años. Murió en el día de su cumpleaños, el 31 de octubre.
La vida de Hna. Edvige (Lucía Wronska) tuvo lugar entre 1914 y 1984. Entró en la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro como la primera de muchas polacas. Fue llamada simplemente “Madre Edvige” por sus compatriotas.
Su vida se desarrolló a la sombra de las guerras. Nació dos meses después del inicio de la Primera Guerra Mundial, cuando Polonia no existía sobre el mapa de Europa, porque había sido repartida. En esa época, los registros eclesiásticos no se redactaban en polaco, por esto su certificado de bautismo estaba en ruso.
Sobre el último tren, antes de que estallara la Segunda Guerra mundial, consiguió viajar a Italia para hacer el noviciado. Se sentía morir durante los años de la “guerra contra la Iglesia” guiada por los comunistas, y se dolía profundamente por ella. Esa comunión fue providencialmente demostrada por el hecho de que los restos de Giorgio Popieluszko, asesinado, hoy beato mártir, fueron reencontrados justo el mismo día en que ella estaba muriendo y los funerales de ambos se realizaron el mismo día, a la misma hora.
Lucía nació en un lugar cercano a Varsovia. No obstante, la difícil situación del país, se recibió en Contabilidad, en la Escuela de Economía de esa ciudad. No sabemos cómo conoció a nuestras hermanas, solo podemos suponer que las encontró durante la propaganda, es decir, en la tarea de distribuir los libros publicados por los sacerdotes paulinos, y después del ingreso, ayudó a las hermanas en ese apostolado.
A fines de agosto de 1939 partió a Alba, donde hizo el noviciado. Pertenecía al segundo grupo de novicias que hacían la formación separadas de las Hijas de San Pablo. En la Profesión le fue dado el nombre de Santa Eduviges de Silesia. Su programa de vida, dicho en la primera profesión era muy simple: “En todo, siempre, adorar a Dios”. Cuando hizo sus votos perpetuos, que coincidieron con el fin de la Segunda Guerra Mundial, le fue posible volver a su patria para hacer revivir la comunidad de hermanas. Partió con hna Timoteo Bovetti y con Hna Aura Ciraulo para llegar a Polonia después de un mes de viaje a través de Hungría. Varsovia, la ciudad natal de Madre Jadwiga, fue completamente destruída después de la revuelta (1944), por lo que las hermanas se quedaron en Częstochowa. Era necesario empezar todo de nuevo.
Madre Edvige pasó 30 años de su ministerio en un periodo extremadamente difícil para la Iglesia en Polonia. Fue la formadora de las postulantes, también consejera regional y superiora de la casa. Durante toda su vida ejerció el oficio de sastre para las hermanas. Siempre servicial, dispuesta al sacrificio, apasionada por la misión y alegre, vivía cantando su Magníficat, sobre todo en la adversidad.
Cincuenta conventos fueron privados de sus propiedades, escuelas, asilos y hospitales. Aunque no había nada para quitar a la naciente comunidad de Pías Discípulas, ellas temían el arresto y la deportación en campos de trabajo forzado, experiencia frecuente en las congregaciones religiosas. En este ambiente, Madre Edvige tuvo que acompañar a las “Hermanas de la Primera Hora” en Polonia.
Constantemente preocupada por las necesidades de las hermanas, su vida se apagó casi inesperadamente después de algunos días de enfermedad, en un momento en el que la congregación estaba celebrando su fiesta patronal, el domingo del Divino Maestro. Como no podía participar de la liturgia con las hermanas, la Misa fue celebrada al lado de su lecho, por P. Innocenzo Dante, sacerdote paulino. La noche del 30 de octubre se apagó como una velita frente al Santísimo Sacramento, en la hora en la que frecuentemente asistía a la Adoración nocturna.
El obispo que presidió la ceremonia fúnebre, Tadeusz Szwagrzyk, ha dicho: “lo que fascinaba de la joven Lucía era la espiritualidad eucarística, manifestaba en el deber de la adoración eucarística cotidiana de dos horas delante del Santísimo Sacramento, que el padre Alberione encomendó a la Congregación de las Pías Discípulas como contribución a la vida de la Iglesia, de la Familia Paulina y del mundo entero. Y gracias a esta colaboración de Madre Edvige hoy podemos dar gracias por la presencia en Polonia de las Pías Discípulas del Divino Maestro y de toda la Familia Paulina”.
De hecho, su oración delante de Jesús Eucarístico, sobre todo durante la adoración docturna, unida a su humildad y a sus sufrimientos soportados en silencio, han gestado una base sólida para el desarrollo de la Familia Paulina.
Durante la ceremonia fúnebre, Hna. Ieronima Chmielewska se dirigió a M. Edvige en nombre de las hermanas: “Damos gracias al Divino Maestro por todos sus dones y gracias, a la Madre de Dios, que ha seguido fielmente viviendo el misterio del Magníficat y amando así al prójimo. Gracias por su amor a Dios, por su buen ejemplo, por su celo. Que Aquel al cual se confió sea su más grande recompensa”.